Hermanos del Camino: Una peregrinación por la fe que unió corazones y motores en Luján

Más de 800 motociclistas de todo el país se unieron en un evento multitudinario de fe y camaradería: la segunda peregrinación en moto a la Basílica de Nuestra Señora de Luján. La caravana que inició su marcha en la zona de Liniers, culminó en una jornada soleada en la ciudad de Luján, donde los devotos de la Virgen de Luján fueron recibidos con entusiasmo y emoción.

El padre Gabriel Coon fue el encargado de dar la bienvenida en la puerta de la Basílica, y otro sacerdote se encargó de arrojar agua bendita sobre los motociclistas y sus máquinas.

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La emocionante llegada

Al llegar a la Basílica, los motociclistas recibieron la bendición de sus máquinas de manos del Padre Motoquero, un sacerdote que viaja con la imagen de la Virgen de Luján por todo el país. Posteriormente, se congregaron en el Parque Ameghino para continuar la celebración con música de bandas de rock en vivo.

La propuesta, que nació en 2024 por la iniciativa del Club de Motos Tehuelches, oriundos de la ciudad de Luján, cuyos integrantes elevaron la propuesta a la Secretaría de Turismo de la Capital de la Fe, y en este 2025 los convocados para transportar la imagen de la Virgen de Luján fueron los integrantes del Moto Club Caciques, también lujanenses, por lo que esta peregrinación sobre dos ruedas se perfila para convertirse en una tradición anual, con fecha fija en el calendario de actividades culturales. Para el próximo año, ya está agendada una nueva caravana con un club diferente a cargo del transporte de la imagen de la Patrona de los argentinos.


Un evento que crece con la devoción

La peregrinación a Luján no solo fue un acto de fe, sino también una muestra de solidaridad y hermandad entre los motociclistas. Grupos de todo el país participaron, demostrando su devoción a la Protectora de los Caminos. Todas las agrupaciones participantes serán reconocidas con una plaqueta conmemorativa colocada al pie de la imagen de la Virgen, que quedará expuesta durante el año en la Cripta de la Basílica. Este gesto busca alentar a más agrupaciones a unirse a la peregrinación en los próximos años, y está previsto el agregado de más plaquetas que hagan referencia a todas las agrupaciones y clubes de motos.

El evento contó con la presencia del intendente municipal, Leonardo Boto, el Secretario de Turismo, Nicolás Capelli, y el Director de Turismo, Juan Campos; quienes destacaron el impacto positivo de este tipo de actividades para la ciudad. La afluencia de turistas y la visibilidad que genera este tipo de actividades para Luján son invaluables.


La Virgen Peregrina y su nuevo hogar

Uno de los momentos más especiales de la jornada fue el transporte de una imagen de la Virgen Peregrina. Transportada por un miembro del Moto Club Caciques, que la llevó desde Liniers por al Acceso Oeste hasta las puertas de la Basílica en su moto, donde ahora permanecerá en exhibición permanente en una ermita especial dentro de la Cripta. La ermita, ideada por el periodista Osvaldo Cabral fue construida por la empresa Progress, especialistas en aluminio que están instalados en la zona de la localidad de Carlos Keen, por lo que la imagen que fue cedida por el Padre Lucas García, Rector de la Basílica, quedó protegida por una base de madera de Paraíso y una estructura metálica dorada, la que quedó decorada con fotografías del interior del santuario tomadas por Tomás “Volpo” Volpini, uno de los propietarios de Progress.

La imagen, que ya ha sido bendecida, estará disponible para ser vista por todos los motociclistas que deseen visitarla a la Cripta en la Basílica. Este evento, coordinado en una de sus vetas por el periodista Osvaldo Cabral, a través de las redes sociales, y organizado por la Secretaría de Turismo, consolida aún más el vínculo entre los clubes de motociclistas y la fe en la Virgen de Luján.

Más allá de los motores y la fe, la peregrinación a Luján es un testimonio de la profunda hermandad que se forja en la ruta. El viaje en moto es una experiencia que trasciende el simple traslado, se convierte en un ritual de libertad y conexión con el mundo que nos rodea. El viento en la cara, la vibración del motor, el olor de la tierra al amanecer… son sensaciones que estimulan el espíritu y nos devuelven una sensación de control sobre nuestra vida, liberándonos del estrés y la rutina.


La ruta como un camino de vida

Para muchos, la moto es mucho más que un vehículo; es una forma de vida. La soledad de la ruta se convierte en un espacio para la introspección, para pensar con claridad y encontrar paz interior. Sin embargo, esta aparente soledad es a menudo interrumpida por encuentros fortuitos que se transforman en lazos inquebrantables.

Historias de motociclistas que se han encontrado en medio de la nada con una avería mecánica, y han recibido la ayuda desinteresada de extraños que pasaban, son comunes en esta comunidad. En esos momentos de vulnerabilidad, la hermandad motera se manifiesta de manera sublime, demostrando que la solidaridad no conoce de fronteras, marcas o cilindradas. Desde compartir comida y agua en lugares remotos hasta remolcar una moto averiada por kilómetros, estos actos de camaradería no son la excepción, sino la regla.

Estas amistades nacen en la carretera, a veces de la forma más inesperada, como el encuentro entre dos mujeres que se conocieron en la Ruta 40 y decidieron seguir viajando juntas, superando desafíos de todo tipo y reafirmando su amistad con cada kilómetro. O la de un viajero solitario que recibió la ayuda de un desconocido en un momento de necesidad extrema, un simple gesto que le dio la fuerza para seguir adelante con su sueño. La ruta crea un lazo único y profundo, un entendimiento mutuo que solo se puede forjar a través de la experiencia compartida de la aventura y la adversidad.


Fe y hermandad: Un mismo camino

El acto de fe de peregrinar a Luján con un grupo de más de 800 motociclistas es una extensión natural de esta hermandad. Las mismas personas que se ayudan en la ruta, sin importar su origen o su moto, se unen ahora en un propósito común: agradecer y pedir a la Virgen de Luján.

El hecho de que el «Padre Motoquero» bendiga las máquinas y a sus dueños, o que la imagen de la Virgen Peregrina sea transportada este 2025 por un miembro del Moto Club Caciques, así como el año pasado lo hicieron los Tehuelches, no son solo gestos religiosos. Son una representación simbólica de cómo la fe y la pasión por la moto se entrelazan. En la Basílica, la hermandad que nació en la ruta se eleva a un plano espiritual, y la camaradería se convierte en un acto de fe compartido.

La peregrinación a Luján demuestra que esta pasión por las dos ruedas puede ser un vehículo no solo para la aventura y la libertad, sino también para el encuentro humano y la expresión de la fe. Es una prueba viva de que, en el corazón de cada motociclista, existe un profundo sentido de comunidad y un compromiso inquebrantable con aquellos que comparten el mismo camino.