Argentina es uno de los países con más casos de acoso escolar o bullying en el mundo. Un Informe de “Bullying sin fronteras”, que comprende entre Enero 2021 y Febrero 2022, indica que los casos en nuestros país continúan en aumento, alcanzando los 14.800 casos.
Por la Lic. Lucía Buratovich, Directora de Programas de Aldeas Infantiles SOS Argentina
En el Día Mundial de Lucha contra el Bullying o Acoso Escolar, nos unimos al llamado de concientización para detener este flagelo que tantos efectos genera para el desarrollo integral de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que lo padecen.
En este camino, surgen preguntas recurrentes: ¿cómo detectar en casa si nuestros niños, niñas o adolescentes lo están sufriendo? ¿Qué rol debe ocupar la escuela y el cuerpo docente para el tratamiento, prevención y abordaje de esta problemática? Identificar todo esto es imprescindible para que, como adultos, desde nuestras casas y en el ámbito escolar, podamos ayudar a detenerlo y a revertir sus desgarradoras consecuencias.
Según la organización Libres de Bullying: “El hostigamiento escolar se inicia en situaciones puntuales y casi imperceptibles para los padres y los docentes. Cuando se hace evidente, el hostigado ha sufrido ya por un tiempo prolongado el dolor y las consecuencias que trae aparejada esta situación”.
Por eso, algunas señales de alerta a las que hay que estar atentos/as en casa son: alteraciones en el humor, en el comportamiento y hasta en el lenguaje, la victima puede volverse amenazante con hermanos menores o con otros niños/as menores; pueden hacerse presentes de manera frecuente y/o sistemática dolores de estómago y vómitos, pérdida de apetito, dolores de cabeza, alteraciones del sueño; quien lo padece vuelve con sus objetos personales y escolares rotos, deteriorados o perdidos; no se relaciona con sus compañeros, no va a jugar o estudiar a casa de algún amigo/a, tampoco es invitado/a, disminuye su rendimiento escolar, deportivo y social.
Pero también, en la escuela se pueden empezar a percibir algunas señales como comenzar a faltar a clase en forma continua; retirarse de la clase solo/a con frecuencia; darle vergüenza intervenir en clase; aislarse o preferir trabajar solo/a; llegar casi siempre con el tiempo justo y evitar encontrarse con los compañeros; no querer ir a las clases de educación física ni participar (o no participa) de salidas extraescolares.
Existe una falsa creencia en muchas familias que tienden a pensar que, si su hijo/a estuviese atravesando algún padecimiento de este tipo, lo contaría. Sin embargo, en la mayoría de los casos estudiados esto no es lo que sucede con frecuencia. Esto responde a un estado de confusión y vergüenza que padece el niño/a que le imposibilita en la mayoría de las ocasiones a abrirse y poder contar su padecimiento; asimismo, por el temor a que la situación se agrave al contarlo.
Por todo esto, se hace imprescindible detectarlo a tiempo ya que los efectos del acoso escolar en quien lo padece son arrasadores. La víctima siempre parece triste, preocupada, desganada, sin motivación. El niño o adolescente pierde confianza en sí mismo y se valora negativamente. Puede aparecer fobia social y dificultades para entablar nuevos vínculos, incluso en otros ámbitos que estén por fuera del contexto en el que recibe las agresiones. Ademas, vive en estado de “alerta”, por el hecho de recibir ataques a diario. La ansiedad se instala y también puede traer aparejados problemas en la salud física.
Cómo prevenirlo
El espacio a la libre expresión, el diálogo y la comunicación debe estar proporcionado por la escuela y en todas las instituciones en las que los y las niños/as se desarrollan, así como también el abordaje de una escucha activa y simbolizante. Debe promoverse entre los chicos y las chicas el buen uso de este espacio de tiempo, fomentando el diálogo y las expresiones respetuosas pero que se puedan poner a debate y diálogo temáticas sobre la convivencia saludable, los derechos individuales y colectivos y la importancia de la empatía para el registro del bienestar y el sufrimiento de los demás.
Los niños, niñas y adolescentes pasan muchas horas en sus escuelas. Éste es un lugar donde no solamente se accede al aprendizaje formal, académico y científico; es un espacio en el que se aprenden y transitan lazos sociales, se construyen normas y códigos, simbolizaciones, etc. De ahí la importancia de que la escuela propicie el tratamiento, prevención y abordaje de estos temas, en los que las familias tampoco pueden quedar ajenas.
Cómo abordar un caso declarado
Si se confirma que en un grupo existe hostigamiento se debe actuar con rapidez y firmeza. Se aconseja que la escuela tenga un mecanismo de emergencia desplegado para alojar la situación inmediatamente en el momento que se toma conciencia de ella y que sean medidas de protección y acompañamiento hacia todos/as los/las involucrados (víctima, grupo que lleva adelante las agresiones, amigos/as que son pasivos de la situación, familias y profesionales).
El abordaje debe ser interdisciplinario. El equipo docente – no docente y directivos deben tener una escucha abierta y una elevada capacidad de observación. Las cuestiones de convivencia escolar basadas en la escucha, la empatía, el respeto por las individualidades y la comunicación deben ser prioritarias, continuas, construidas y fortalecidas. Deben, en todos los casos estar involucrados los gabinetes psicopedagógicos, psicológicos y las familias. El abordaje es siempre interdisciplinario y con las familias.
La capacitación y actualización docente, así como también la sensibilización a familias y comunidad educativa en general es clave para abordar y prevenir el bullying en todas sus formas. Abordarlo implica tener objetivos a largo plazo y trabajar permanentemente para alcanzarlos.