Un llamado a romper el ciclo de las violencias
Por la Lic. Alejandra Perinetti, Directora Nacional de Aldeas Infantiles SOS

Cada 2 de octubre se conmemora el Día Internacional de la No Violencia, una fecha que nos recuerda que la paz, el respeto y la empatía son principios fundamentales para transformar la sociedad y garantizar dignidad a cada persona. Reflexionar sobre la no violencia no significa solo pensar en la ausencia de agresiones, sino asumir un compromiso activo con el cuidado, el diálogo y la solidaridad.
En la Argentina, las cifras muestran una realidad alarmante: la violencia sigue siendo una de las principales causas por las cuales niñas, niños y adolescentes pierden el cuidado familiar. Según datos de la “Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación”, en 2023 se registraron 5.391 niñas, niños y adolescentes afectados por situaciones de violencia; más de la mitad tenían hasta 8 años y en el 80% de los casos los agresores fueron sus propios progenitores. Estos datos reflejan la urgencia de cortar un ciclo que daña de manera severa la salud mental y el bienestar de quienes lo padecen.
Las mujeres también continúan siendo víctimas de múltiples formas de violencia: física, simbólica, económica y digital. En 2025, el Observatorio “Ahora que Sí Nos Ven” registró 164 femicidios hasta agosto, una cifra que evidencia la persistencia de un problema estructural. A esto se suma la decisión de Argentina de votar en contra de una resolución de la Organización de las Naciones Unidas sobre la eliminación de la violencia contra mujeres y niñas, un retroceso que contradice el llamado global y nos deja aislados frente a un consenso internacional casi unánime.
La violencia, en todas sus formas, impacta de manera directa en el desarrollo integral y la salud mental. Niñas, niños, adolescentes y mujeres que crecen en entornos violentos enfrentan mayores riesgos de ansiedad, depresión, aislamiento y dificultades para construir un proyecto de vida pleno. La evidencia confirma que los traumas de la violencia pueden extenderse por generaciones si no se actúa con políticas públicas adecuadas y acompañamiento sostenido. Por eso, hablar de no violencia es también hablar de prevención, cuidado comunitario y salud mental.
Frente a esta realidad, la no violencia debe asumirse como un compromiso colectivo. La implementación plena de la Ley de Salud Mental y de la Ley de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes son pasos necesarios para garantizar entornos protectores. Pero también se requiere un cambio cultural que trascienda lo normativo, que promueva vínculos respetuosos y fomente el diálogo en lugar de la confrontación.
En este Día Internacional de la No Violencia, recordamos que no se trata solo de una consigna. Es una llave para asegurar dignidad, inclusión y bienestar emocional a las próximas generaciones. La no violencia debe ser una práctica cotidiana, presente en la forma en que criamos, enseñamos, trabajamos y convivimos. Desde los pequeños gestos en el hogar hasta las decisiones institucionales, cada acción puede contribuir a romper o a perpetuar el ciclo de las violencias. Por eso, hoy hacemos un llamado a la acción: todas y todos somos responsables de construir una sociedad donde la paz y la salud mental sean derechos garantizados.