Las infancias y adolescencias en Argentina se encuentran vulnerables frente al comienzo del nuevo ciclo lectivo. La falta de acceso al derecho a la educación, y la labilidad para su sostenimiento, forma parte de un entramado social, político y económico que está resultando muy difícil revertir.
Por la Lic. Alejandra Perinetti, Directora Nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina
Hoy en día, los números reflejan un problema que crece y que es urgente tratarlo en toda su complejidad. Se estima que 653.000 niños de entre 4 y 17 años no van a la escuela, que 1 de cada 2 adolescentes que empieza el secundario logra terminarlo, que más de 70.000 adolescentes dejan de estudiar porque necesitan trabajar para subsistir y que 55 mil adolescentes abandonan la escuela cada año por embarazo o cuidado de otros niños.
Estos datos reafirman que la pobreza y la consecuente necesidad de ingresar rápidamente a actividades laborales para subsistir, impactan de manera directa en el acceso a la educación. Asimismo, el difícil sostenimiento de la escuela para aquellos que logran acceder, se vincula con condiciones de precariedad en lo habitacional, sanitario y en los cuidados; al igual que, y bajo el mismo entramado, los niños, niñas y adolescentes están más expuestos a vivir situaciones de maltrato que dejan traumas, y que no permiten su desarrollo pleno.
No quedan dudas que los hogares más empobrecidos y marginales cuentan con trayectorias educativas más deficientes y registran mayor retraso educativo a causa de inasistencias, abandono y rezago escolar. Esto aumenta las brechas y dificulta las posibilidades de construir un proyecto de vida. Los expone al trabajo precarizado y de forma temprana, lo que impacta negativamente en su desarrollo cultural, económico, social y ocupacional, trazando un futuro complejo que suele repetir las historias de sus progenitores.
Que 1 de cada 13 niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años realice sistemáticamente algún tipo de trabajo (sea para el mercado, para el autoconsumo o en el ámbito doméstico) complejiza aún más el panorama. Los contextos se oponen a las condiciones mínimas necesarias para el desarrollo pleno de las infancias, adolescencias y juventudes en pos de un proyecto de vida propio.
No debemos olvidar que la educación se sostiene dentro de un contexto que la posibilite y que permita su sostenibilidad en el tiempo. El acceso a la educación y a espacios de cuidado son claves en el desarrollo de los chicos y las chicas. En el mismo sentido, la alimentación, las condiciones habitacionales y afectivas. Ellos y ellas deben vivenciar y permanecer en espacios que les brinden seguridad y contención para que sea posible su desarrollo integral.
Los recorridos educativos en todos sus niveles dejan huella, las experiencias educativas generan insumos para el desarrollo pleno y para toda la vida, son recursos de los que cada niño, niña y adolescente puede valerse a lo largo de toda su trayectoria y en los distintos espacios en los que habite. Por todo esto, y mucho más, es prioritario que el Estado garantice el acceso a la educación y un contexto para que su sostenibilidad sea posible.